Lo sufro en carne propia, por eso entiendo esa situación.
Miles de veces, ante la pregunta del docente (siendo alumna) quise levantar la mano para obtener el turno que me permita opinar y dar a conocer lo que sé sobre un tema específico, pero nunca, nunca tuve el valor de hacerlo, la timidez y el miedo al ridículo siempre fueron más fuertes.
Sé que entre mis alumnos hay muchos que se muerden la lengua para no hablar, que quieren, desean opinar o dar la lección del día, pero no pueden.
Ellos son los que debajo del escritorio me pasan la hoja con la tarea hecha, los que a escondida se hacen presente, a ellos mis respetos, porque yo soy como ellos.
Que identificado me siento con esto que contas. Es más, aun lo sigo padeciendo en las clases del Conservatorio, eso que no sabes que es y que te ata. Es algo que he sufrido toda mi vida.
ResponderEliminarMe gustó mucho esto que escribiste, prometo seguir buceando en tu blog.
Un saludo, Juan.
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Lo importante es que no te sientas sólo, son muchos los que tienen miedo de dar la voz a sus pensamientos y opiniones.
ResponderEliminarSi bien estamos en un país democrático y libre donde podemos opinar y decir lo que queremos, el miedo (nuestro enemigo) al ridículo es lo que nos impide "Ser".
Es una batalla cotidiana que hay de vencer.